JOSE. San
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   Fue el esposo de la Virgen María se­gún el Nuevo Testamento. Todo lo que se sabe de él procede de los primeros capítulos de los Evangelios de Mateo y Lucas, pues luego su figura se eclipsó por completo en la sombra de los misterios de la vida de Jesús.
   Apenas si su nombre fue recordado en los primeros siglos cristianos y hubo de llegar la Edad Media para que su egregia figura reluciera como modelo de integridad, de fidelidad y generosidad en el cumplimiento de los planes divinos respecto de Jesús y de María.

   1. Figura evangélica

   Algunos pasajes lo mencionan como el padre de Jesús, a quien habría de poner nombre, y como esposo de María, a la cual halló embarazada sin antes haber convivido. Recibió el aviso del ángel de que no temiera recibirla, pues lo engendrado provenía de Dios. Escogido para cubrir con su presencia tal concepción milagrosa, asumió su misión y contribuyó así, en aquella sociedad y cultura, a la obra de Encarnación del Señor.
   Se dice de él en el texto evangélico lo suficiente para que merezca un puesto singular en la Iglesia.

   1.1. Biografía


   - José, por genealogía, pertenecía a la familia de David, de la tribu de Judá, de donde sería el Mesías. Era hijo de Ja­cob, según Mateo (Mt. 1. 16), o de Helí, se­gún Lucas. (Lc. 3.23)
   - Su trabajo era de artesano (tekton, en griego, el que trabaja) según los relatos evangélicos. (Mt. 13. 55; Lc. 3. 23) Sabemos que vivía en Nazareth y actuaba con probabilidad en las aldeas del entorno.
   - Quiere decir ello que era humil­de en propiedades y en signifi­ca­ción social. Tal vez la mejor manera de traducir el concepto de artesano en aquel contexto es el de jornalero, que vive al día con su esfuerzo y está siempre en manos de la Providencia. La precisión de "carpintero" procede de apócrifos del siglo IV.
   - En el momento de la Encarnación, estaba desposado con María, con la que todavía no había cohabitado. (Mt. 1.18 y Lc. 1. 27) y a la que halló en cinta.
   - Recibió la comunicación del ángel (Mt. 2. 13-19) para que aceptara el misterio de la concepción virginal y para que realizara con el niño las prescripciones legales y sociales en uso.
      - Se le alude como referencia, cuando los habitantes de Nazareth se extra­ñan de la sabiduría de Jesús, su paisano, al decir que el texto de Isaías se cumplía ante sus ojos. (Jn. 6. 42)
      - Después de nacer Jesús, estuvo presente junto a María, al llegar los pastores y los Ma­gos (Mt. 2. 11) con toda seguridad. Inmediatamente tomó al niño y a la madre y huyó a Egipto (Mt. 2. 14) por orden del ángel. De regreso a Naza­reth (Mt. 2. 23), también cuando el ángel le indicó, se estableció en Nazareth por temor a Arquelao (Mt. 2. 19-21), que reinaba en Judea y era más cruel que su padre Herodes.
      - En Nazareth acompañó el crecimiento del niño durante 12 años. Aparece por última vez en el texto evangélico al perderse Jesús en el templo. "¿Por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te buscamos con angustia." (Lc. 2. 48).

    1.2. Su misión celeste

     En ese contexto hay que suponer su presencia en deter­minados momentos de la infancia de Jesús: al ir María a visitar a Isabel, al llegar el momento del naci­miento, en la circuncisión, al presentar a Jesús en el templo, etc.
   Los datos de algunos apócrifos, como la "Historia de José el carpintero", del siglo IV, se deshace en pormenores que poco tienen que ver con la realidad pro­bable, pero que orientaron durante siglos la piedad cris­tiana respecto a este santo singular.

   2. Significado de José

    Se cree que José ya había fallecido cuando Jesús comenzó su ministerio público. Pero nada hay al respecto que pueda ser documentado.
   Se alude a él ante la extrañeza de la gente que cono­ce el entorno familiar de Jesús. Pero la duda: "¿No es éste el hijo del artesano?", lo mismo puede hacer referencia a José ya muerto, que en el caso que aún se mantuviera vivo.
   Su recuerdo se mantuvo eclipsado durante muchos siglos, pues la atención de los escritores evangélicos y de los primeros Padres estuvo siempre centrada en la figura de Jesús y su referencia primordial fueron los profetas antiguos, cuyos vaticinios se cumplieron en el Mesías.
   Por eso José fue simplemente una figura secundaria en la historia evangélica, sin que el silencio bíblico lograra eclipsar del todo la acción del varón ele­gido para aquella labor humilde de protección y asistencia.


 

 

 

 

   

 

   3. Valor en la Iglesia

   Con el tiempo, la figura de José despertó interés, admiración y veneración, hasta cobrar, desde los siglos XVI y XVI, especial importancia en la piedad cristiana. Se multiplicaron desde el renacimiento los escritos y las referencias sobre el esposo de María y se resaltaron las virtudes de tan singular patriarca.
   Las escuelas espirituales posteriores a Trento, como la carmelitana de la reforma, con Sta. Teresa de Jesús como devota (siglo XVI), o la francesa de los sulpicianos, con Berulle como promotor (siglo XVII), contribuyeron notablemente a extender la devoción josefina.

   3.1. Devoción y teología

   San José es venerado, por la Iglesia ortodoxa y por la Iglesia católica, como figura significativa en la teología y en la piedad. Su misión protectora de Jesús y de María se miró como singular desig­nio de la Providencia divina.
   Se le ha comparado con frecuencia con el "intendente de todo el Reino de Dios", al estilo del hijo de Jacob que llegó a ser el virrey de Egipto (Gen. 41. 44) y al cuál se puede acudir para resol­ver necesidades. El "Id a José y haced lo que él os diga" (Gn. 41.55) del Faraón, sólo en sentido metafórico puede ser aludido en referencia al esposo humilde de María. Pero la piedad cristiana siempre se ha sentido libre para atribuir a los santos sus patrocinios.
   Se le consideró patrón de la Iglesia univer­sal por esa presencia actividad y humilde en el hogar de Nazareth. Y se le veneró como protector en la hora de la muerte, porque se le supone entre los brazos de Jesús y de María cuando le llegó el tránsito a la otra vida.
   Su festividad se conmemora el 19 de Marzo en la Iglesia occidental y el primer domingo después de Navidad, en muchas de las iglesias orientales.
   Junto con María, la Madre del Señor, su figura quedó escondida en la vida de Nazaret. Pero su silueta silenciosa, hu­milde y eficaz de padre legal de Jesús, hacen de él un modelo privilegiado de vida cristiana y un eficaz intercesor en el cielo ante las necesidades de los cristianos en el mundo.
   Y fue también la tradición y la piedad popular la que le concedió un lugar privilegiado entre los santos dignos de veneración, como padre legal de Jesús, como esposo fiel y amoroso de María y como modelo de trabajador humilde y cumplidor de su deber.
   Desde la perspectiva evangélica, su labor hermosa, humilde y serena resulta sorprendentemente admirable.

   3.2. Figura providencial

   La razón de actuar de José, varón justo según el texto evangélico, estuvo siempre vinculada a la trayectoria terrena de Jesús.
   Su misión entró en los planes divinos, para que cubriera con su sombra la virginidad de la Madre de Dios en los diversos hechos terrenos que rodearon la encarnación del Verbo. En esa sin­gular misión es en donde se halla la grandeza de S. José y la razón de su importancia en la Iglesia.  Por eso la iconografía de S. José siem­pre ha estado vinculada a la Sagrada Familia y a la figura del niño Jesús.
   Por motivo de resaltar la virginidad de la joven doncella María, se le representó ordinariamente como un anciano maduro y venerable. No se cayó en la cuenta, en el arte o en la literatura, la más probable juventud y lozanía de alguien que tenía que trabajar para sostener el ho­gar.
   Y no se resaltó la mayor conveniencia de hacer de José un padre modelo, intere­sante, conocedor del entorno y digno de todo respeto entre los habitan­tes de Nazareth, que no serían, por cierto, muy adictos al desconcertante Maestro salido de tan humilde contexto familiar. (Lc. 4. 15-30)
   Sea de ello lo que fuere, José se halla presentado en el Evangelio con la suficiente nitidez sobre su misión y personalidad para que haya ocupado un puesto singular en la Iglesia cristiana.

   3.3. Trabajador modelo

   Modelo de trabajadores, la Iglesia reciente, sobre todo desde Pío XII, le presenta como modelo y patrono de todos los obreros cristianos. El 1 de Mayo de 1955, Pío XII proclamaba ante 200.000 trabajadores concentrados en la plaza de S. Pedro del Vaticano, como patrono de los trabajadores y establecía la fiesta litúrgica del Santo bajo esta advocación
   Sintonizaba así la Iglesia, más que rivalizaba, con los sindicatos internacionales que celebraran en esa jornada la dignidad del trabajo y reclamaban el cumplimiento de todos los deberes y derechos relacionados con la justicia social en el trabajo.
   Pero es evidente­mente que el valor y el alcance teológico y evangélico de S. José superan la mera referencia laboral y se adentran en el misterio de un Dios hecho carne y de una Madre de Dios elegida para concebir virginalmente al Redentor.      (Ver Patriarcas 7)

    "Oh glorioso San José Obrero, que ocultaste tu incomparable y auténtica dignidad de custodio de Jesús y de la Virgen María bajo la humilde apariencia de un artesano, y con tu trabajo sustentaste sus vidas. Protege con tu amable poder a tus hijos que están especial­mente confiados a ti.
    Tú conoces sus angustias y sufrimientos, porque tú mismo experimentaste todo esto al lado de Jesús y de su Madre.
    No permitas que, oprimidos por tantas preocupaciones, se desvíen del fin para el que fueron creados por Dios. No dejes que los gérmenes de la desconfianza dominen en sus almas inmortales.
    Recuerda a todos los trabajadores que, en los campos, en las oficinas , en las fábricas, en las minas y en los laboratorios de la ciencia, no están solos a la hora de trabajar, gozar o servir, sino que a su lado está Jesús con María, madre suya y nuestra, para sostenerlos, para enjugarles el sudor, para mitigar las fatigas .
    Enséñales a hacer del trabajo, como lo hiciste tú, un instrumento altísimo de santificación". Juan XIII. 1 Mayo 1959

 Entre en la casa de José dichoso,
Entre y verá cómo su casa es cielo.
Verá al bien sumo que hace el cielo hermoso,
que vuelve cielo el venturoso suelo

Verá al Eterno todopoderoso
entre el sayal del encarnado velo,
que esparciendo divinos resplandores
los del empíreo cielo hace mayores.

Verá una nueva trinidad que admira
de un solo Dios y tres personas bellas,
en quien la Trinidad de Dios se mira,
gozosa en la bondad que admira en ellas.

Una es la que reporta a Dios la ira,
Que engendró al que es creador de las estrellas,
que es de Dios Hijo en la virginal madre,
Madre de Dios y esposa de su Padre.

Otra es la del Verbo eterno que es el Hijo
nacido de la que es de Dios agrado,
Palabra que el Eterno Padre dijo
en el principio, que sin El se ha dado.

Otra es José, que es gozo y regocijo
de la que engendra y del que es engendrado,
pues procede de amarse los dos tantos
que sea su alma un espíritu santo

Gozosamente gana la comida
para sustento de la real doncella
Y, a su trabajo siempre agradecida,
alegre le regala y sirve ella.

Con lo que puede de José el arte,
sustenta a la que es justo el mundo asombre,
Ella lo colme y luego lo reparte
con el niño que tiene de Dios nombre
(J. de Valdivielso 1560-1638)